Gracias a todos por adelantar la Navidad; fue muy especial :-)
Después de mucho, mucho tiempo, nos hemos reencontrado, y además nos hemos reconocido. Después de unos instantes de perplejidad, aparecía esa sonrisa, ese gesto delator, ese apoyo de cadera e incluso la modulación de voz, que de forma inmediata nos identificaban. Éramos los mismos con alguna modificación superficial pero con aquella personalidad inconfundible. Incredulidad pero certeza de que seguíamos siendo los mismos, y que ni siquiera la máscara del tiempo había conseguido difuminar la persona que fuimos y que es la auténtica; la que las máscaras sociales que nos toca poner, nunca pueden ocultar a la vista de los que nos conocieron de verdad. Como si de una máquina del tiempo se tratara, ahí estábamos reencontrándonos con lo más auténtico de nuestras vidas.
Una gran bruma de emoción nos atenazaba y en los primeros momentos no pasamos de decir que aquello era increíble. Acompañado de la necesidad de tocarnos y abrazarnos. Como un gran homenaje donde tú eras homenajeado y homenajeador a la vez.
Todos fuimos referencia de todos en aquellos años, en que el revoltoso, el contestón, el callado, el estudioso o responsable, el tardón, el peleas...marcaron los limites nítidos de lo que en la vida de adultos nos íbamos a encontrar. Era la lección más importante que recibíamos todos los días y de la que hemos echado mano muchas veces, incluso de manera inconsciente pero nítida, como todo lo bien aprendido. Nuestro marco de referencia para no salirnos de él, y encuadrando un lienzo multicolor lleno de personalidades variopintas. El día que alguno no asistía a clase el paisaje palidecía. El otro día recompusimos el óleo y aunque faltaba algún tono, había adquirido la pátina de lo añejo que es lo que da valor a las obras importantes.
Mi mayor agradecimiento para tod@s los que habéis formado parte de ese magma afectivo sin el cual será muy difícil alcanzar las metas más nobles.
Eduardo Lauzurica
